El juego es la actividad más importante durante la infancia, y debemos esforzarnos y velar por no intentar reemplazarlo por pantallas o actividades demasiado rígidas. Aunque a veces las familias creemos que, cuando nuestros hijos dejan de jugar como antes, ya están listos para "aprender algo de verdad", es esencial recordar que el juego sigue siendo fundamental para su crecimiento.
Entre los 3 y 5 años, los niños atraviesan una fase mágica en la que su imaginación los lleva a transformar cualquier objeto en lo que su fantasía les permita. Esta capacidad no solo les brinda diversión, sino que también es clave para su desarrollo emocional y cognitivo. Sin embargo, alrededor de los 5 años, el juego evoluciona y se vuelve más planificado, preparando el terreno para que desarrollen su iniciativa propia y su creatividad.
Durante este cambio, es normal que los niños digan "me aburro". Pero el aburrimiento no es algo negativo; es, de hecho, una oportunidad para que exploren nuevas ideas y soluciones. Si les proporcionamos constantemente entretenimiento externo o demasiados juguetes juntos (una solución posible para la cantidad de juguetes a la vista es la de rotarlos y mantener lo más despejado posible el espacio del juego), podemos obstaculizar el desarrollo de su imaginación y su capacidad para crear por sí mismos.
Por eso, es importante que les demos espacio para que experimenten, jueguen y descubran el mundo a su propio ritmo. De esta manera, fomentaremos su creatividad y los ayudaremos a desarrollar habilidades para resolver problemas, sin depender de estímulos externos.